Si queremos vivir un amor constructivo y saludable, debemos empezar por no aceptar una relación desigual, la reciprocidad en el amor, es vital. Hay que dar pero también recibir.
Un párrafo del libro “Los Límites del Amor”, de Walter Riso menciona la confesión de un muchacho quien decía que su novia se creía una reina, que había que atenderla, darle gusto, contemplarla, también contaba el joven que hacer esto al principio le nacía pero se había dado cuenta que ya llevaba mucho tiempo dando, dando sin recibir nada a cambio, “ella no se preocupa por mí, como yo lo hago por ella, necesito alguien que me consienta, que me engría, necesito sentirme querido.. Hasta cuando tenemos sexo, me toca a mí hacerlo, eso ya no es placentero si no extenuante. Tengo una amiga que es lo opuesto, quiero a mi novia pero prefiero empezar una relación de igual a igual con alguien más”, añadió y al leer su confesión no fue difícil darle la razón.
Una relación sana no puede funcionar si es sólo una parte la que está dispuesta a darlo todo por sacarla adelante.
Lo ideal, es que ambos estén dispuestos a ceder, a crecer, a entregarse. No se pide, ni sugiere ser milimétrico en las relaciones, ya que no todos tenemos las mismas necesidades, ni las mismas capacidades, simplemente hay que saber mantener una correspondencia equitativa, que nos haga sentir bien a ambos.
La reciprocidad positiva está estrechamente relacionada con la armonía, con el sentimiento de imparcialidad y justicia.
El amor es entrega, deseo y comunión. El tema requiere y exige esfuerzo, mucha confianza y hasta incondicionalidad.
Todo ello enmarcado en esta retribución igualitaria, yo te doy… y espero de igual forma lo mismo de ti.
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