La vida íntima de cada individuo y cada pareja abarca un mundo muy rico en posibilidades y alternativas, que deben despertarse abriendo los sentidos, la imaginación y la disposición personal. No se trata de poseer un catálogo de posturas y técnicas para aplicar en el momento adecuado.
Hacer el amor no debería presentar grandes complejidades cuando se practica con soltura y entrega. Sin embargo, hay varios errores en los que las parejas suelen incurrir, casi siempre sin darse cuenta, los mismos que atentan de manera directa contra la plenitud de la relación sexual.
El primer gran error se comete justo antes de iniciar el juego sexual: pedir permiso. Preguntarle a la pareja si le apetece hacer el amor seguramente romperá con el encanto del momento y enfriará cualquier deseo. Lo ideal en este caso es buscar otras formas de comunicación menos lingüísticas y más corporales.
Asimismo, “en esta fase preliminar, puede ocurrir que uno de los dos quiera hacer el amor, pero el otro no muestre el mismo entusiasmo. Y aquí viene el segundo error: rendirse fácilmente. La negativa no debe tomarse como definitiva. Tal vez ese “no” inicial sea sólo una invitación para desplegar el juego de la seducción. Buscar nuevas y originales formas de insistir siempre será más efectivo que darse vuelta e irse a dormir”.
La novedad y la originalidad van de la mano del segundo gran error: caer en las rutinas. En el terreno íntimo es necesario innovar y romper los hábitos para descubrir nuevas formas de placer y mantener ardiente la llama de la pareja. Esto se relaciona directamente con el cuidado personal. Por comodidad, cuando se tiene un compañero estable, se descuidan detalles cruciales como el aseo o la ropa interior, pensando que a la pareja no le importará. Gran error: la seducción debe continuar, aunque la relación ya lleve años. Un buen perfume, una lencería sensual o un accesorio inesperado son aliados eternos del buen sexo, también en las relaciones eternas.
“La espontaneidad es un atributo esencial para una óptima relación sexual. Cuando las cosas se fuerzan, simplemente no resultan. Por eso, si líneas arriba decíamos que es positivo buscar nuevas maneras de persuadir a la pareja, también es fundamental no obligarse a tener sexo cuando no se tienen ganas. Si se ha tenido un día agotador, probablemente no existe la mayor disposición para hacer el amor. Y en ese caso hay que ser comprensivos”.
Por otro lado, no estar de humor es más frecuente de lo que se piensa, también en los hombres. Ello no es un pecado ni supone falta de amor o de deseo hacia la pareja. El pecado es hacer el amor sin meterse de lleno en el tema. En estas situaciones, es mucho mejor dormir abrazados o quedarse conversando sobre los acontecimientos de la jornada.
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